INTRODUCCIÓN DEL LIBRO


   Ramón Ortiz ha hecho De Burjazud a Villanueva y, digo, ha hecho, porque se trata de una labor artesana, de un collage de retales informativos, de un cesto de mimbres diversos o de un puchero de distintas tierras que ha adquirido la forma de una pieza artesana de presencia impactante. Algunos dirán que su labor no ha sido la del meticuloso de la forma ni del método; a otros nos interesa resaltar que es evidente que eso no era precisamente lo que Ramón Ortiz pretendía. La labor del autor es (basta con echar un somero vistazo a su trabajo) la de la enjundia, la del contenido, la de la búsqueda de la información de interés dispersa y diversa que se torna coherente en el conjunto. El trabajo de Ramón Ortiz es generalista, enciclopédico y recopilatorio, aunque concentrado en el espacio (su espacio Villanueva). Pero, sobre todo, es voluntad de conocer, o mejor, de querer conocer aquello que se aprecia, que se ama (si se quiere). Ramón Ortiz no se detiene en la historia, ni en la economía, ni en la geografía, ni en el habla, ni en la toponimia, ni en la zoología, ni en la demografía ... pero se vale de todos ellos para crear su obra. Y es que, en tiempos de especialización, la búsqueda de la realidad integradora, plural, compleja, sintética, humana (en suma) se antoja extraña. Este trabajo que tienes lector en las manos es, me consta, el resultado de cientos de elecciones sucesivas y muchas veces no muy bien comprendidas (entre esto y Villanueva, entre aquello y Villanueva, entre las mil cosas que se cruzan a uno por delante todos los días y Villanueva) y de pertinaz decisión, siempre idéntica, por parte del autor y Villanueva.

   Pero con Ramón Ortiz tengo desde ahora una deuda de gratitud, ya que me ha brindado, además, una oportunidad que no se tiene en muchas ocasiones. Decir por escrito aquello que uno necesita decir o quiere decir desde hace bastante tiempo: tres recuerdos bien distintos, que el libro de Ramón Ortiz me ha sugerido desde que tomó contacto conmigo hace ya algún tiempo para decirme que iba a incluir algunos fragmentos de mis investigaciones en su libro.

   Cuando conocí a Ramón Ortiz me vino a la cabeza, en primer lugar, Villanueva. El recuerdo de unas gentes, mis gentes (la tía Carmen y la tía Ángeles) de su generosidad, de su llaneza, de su saber vivir, de su hospitalidad. Son sensaciones y motivos que me surgen cuando siento Villanueva, porque son calificativos que, sin duda, son extensibles a los pobladores de Burgaçut.

   Un segundo recuerdo recuerdo fue el del papel, los molinos de papel de Villanueva, que me enseñaron como se estructuraba materialmente una producción hidráulica en el siglo XVI, y me hicieron apreciar la fabricación del papel y el libro en el Renacimiento zaragozano. Y con estos temas del papel y del libro sigo entretenido desde hace ya más de quince años de investigaciones.

   El tercer recuerdo fue el de un grupo de investigadores que tuve la oportunidad y suerte de conocer hace ya algunos años cuando ejercí de bibliotecario. Eran un grupo de investigadores de formación autodidacta dedicados a la historia local o al análisis de problemas históricos o acontecimientos concretos que se aproximaban a la biblioteca con ansia de conocer y con una dosis especialmente considerable de voluntad. Se trataba de un grupo muy heterogéneo de personas, de profesiones, de orígenes culturales, de intereses, de edades y de niveles académicos muy diversos. Pero, además de su afabilidad, había algo que les dotaba de una apariencia homogénea, de grupo perfectamente constituido, estructurado con boceto y diseñado con tiralíneas. El elemento integrador era lo que se podría denominar "cierta chifladura", un constante pensar en su objetivo de investigación derivado de un cariño especial, profundo, hacia su objeto de estudio (el pueblo del Pirineo, el barrio zaragozano donde nacieron, los uniformes militares de la guerra de la independencia o la policía municipal de su ciudad ...), que no perdían ocasión de intentar contagiar. Era el grupo que menos tiempo podía dedicar al estudio de "su" tema y, sin embargo, el que más tiempo dedicaba, era el grupo que menos ayudas públicas recibía para investigar y, sin embargo, el que más tiempo se ponía en ello; trabajaban más cuando otros descansaban y para ahorrar el tiempo de estancia en la biblioteca gastaban de su bolsillo en fotocopias la preparación del futuro trabajo del domingo. Siempre los admiré y hoy Ramón, al pedirme unas palabras para su obra, su "chifladura", me ha proporcionado la oportunidad de recordarles con cierta nostalgia, con mucho respeto y con toda mi admiración y, como no, de incluirle también entre este grupo de investigadores.

   Como ves, son muchos los méritos que tiene este trabajo que tienes en las manos, lector: la búsqueda de la exhaustividad, la honradez y la sinceridad, son de lo más evidentes. Pero hay uno más importante. qur no quiero dejar de proclamar; si quieres saber algo de Villanueva de Gállego no dejes de leer De Burjazud a Villanueva de Ramón F. Ortiz Abril.

Manuel José Pedraza Gracia
Profesor Titular de Biblioteconomía y Documentación de la 
Universidad de Zaragoza
Zaragoza, febrero de 2002

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